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Impacto de la RSE

Responsabilidad Social en las Empresas

La globalidad económica que encuentra en las “marcas o logos” su expresión de identidad y negocio, impulsa desde ya hace un tiempo largo el posicionamiento de la Responsabilidad Social Empresarial (RSE) como estrategia de proyección y reconocimiento sociocultural de las actividades empresariales. Esta iniciativa que no obedece a una estrategia unificada, plantea, de entrada, una intencionada diversidad de opciones que colocadas en el mercado permiten acciones y respuestas diferenciadas. Hay de todo como en botica: mas de 100 códigos de conducta voluntarios, expresados en manuales de buena gobernanza, estatutos, declaraciones de principios, etiquetas sociales, libro verde, pacto global, inversiones éticas, triple cuenta de resultados, indicadores sociales e inversiones socialmente responsables.

¿Pero que hay detrás de la variada oferta de opciones y posibilidades de RSE y cómo impacta esto en las diferentes lecturas que puedan hacer las organizaciones de consumidores? ¿La RSE es marketing corporativo o una nueva modalidad de política social para el desarrollo? Este documento pretende ser un disparador de inquietudes para el encuentro de respuestas desde las particularidades de cada organización.




EL DISCURSO DE LA RSE

Como muchas propuestas del neoliberalismo, la RSE es una invitación a buscar en la participación democrática de los actores o grupos de interés relacionados con la empresa (stakeholders), la concreción de sus aspiraciones sociales, articulándolos a los objetivos del negocio corporativo.
La definición de categorías de análisis abarca un rango bastante amplio, incluyendo temas relacionados con valores, transparencia, filantropía, derechos y practicas laborales, gobierno y sociedad, medio ambiente, proveedores, clientes y lucha contra la corrupción. Los alcances de estas categorías dentro del diseño de las propuestas son diferentes en las varias propuestas.

En materia laboral y ambiental se ha avanzado en el diseño de indicadores y, de hecho, los mayores desarrollos están en estos temas: relaciones laborales, seguridad industrial, formación/capacitación, eliminación del trabajo infantil y trabajo forzoso, practicas disciplinarias, emisiones, vertimientos, residuos, energía, agua y materiales, entre otros.

Algunas propuestas de códigos de conducta, concretan las siguientes definiciones básicas de la RSE:

- Como sinónimo de ciudadanía corporativa o sostenibilidad empresarial; “Integración voluntaria, por parte de las empresas, de las preocupaciones sociales y medioambientales en sus operaciones comerciales y sus relaciones con sus interlocutores” (declaración de la Unión Europea: Libro verde 2001, pág.7);

- “Adopción de principios y valores compartidos que den un rostro humano al mercado mundial (Global Compact)”;

- “Un instrumento posicionado de forma única para promover los objetivos de la ciudadanía corporativa global y la responsabilidad social (Global Compact)”;

- “Elaboración de memorias de ciudadanía”, “elaboración de memorias sociales”, “elaboración de memorias de triple cuenta de resultados”, y “dimensiones económica, social y ambiental de la actuación de una empresa” (Global Reporting Initiative);

- “Compromiso de las empresas de contribuir al desarrollo económico sostenible, trabajando con los empleados, sus familias, la comunidad local y la sociedad en general para mejorar su calidad de vida” (Consejo Mundial para el Desarrollo Sostenible WBCSD);

- “Una visión de los negocios que incorpora el respeto por los valores éticos, las personas, las comunidades y el medio ambiente” (Acción Empresarial - Chile).


LA RSE EN BLANCO Y NEGRO

El discurso de la RSE suena atractivo, pero disuena frente a la real expresión de las acciones que hoy implementan las empresas para asumirse como socialmente responsables.

Si revisamos las variables que como indicadores de impacto se trabajan desde los códigos de conducta u otros instrumentos, observamos que en su mayoría se refieren a la medición del cumplimiento de los mínimos de Ley, como ocurre principalmente en materia laboral y ambiental, haciéndonos conocer los resultados mediante una estrategia de marketing social como si se tratara de un producto de marca. O mejor, incorporan los resultados a la imagen empresarial, promocionándola como elemento de competitividad. Pero en lo social, las iniciativas de RSE tienen serias limitaciones y no concretan referentes para su evaluación, como pasa con salud y seguridad del consumidor, políticas de impacto comunitario, transparencia, derechos humanos, minorías étnicas, género, creación de empleo y apoyo a los jóvenes a través de actividades de formación, principalmente.

La medición de los productos y servicios en términos de cantidad, calidad, precio, etiquetado, publicidad y competencia dentro del contexto de las relaciones con el consumidor, no aparecen claramente definidas, entre otras cosas y sin ser la razón fundamental, porque solo hasta ahora las organizaciones de consumidores en coordinación con las empresas empiezan a plantearse la RSE en sus agendas de trabajo.

De otro lado, al proponer los contenidos de “su” responsabilidad social, las corporaciones tienen el buen cuidado de generar los órganos de control para el seguimiento y evaluación de los impactos de sus actividades empresariales. La oferta ya comienza a ser variada, mediante la creación de auditorias sociales y agencias de certificación, constituidas como negocios privados que venden sus servicios a las instituciones promotoras de los códigos de conducta y a las empresas. O sea, quien implementa los instrumentos de RSE, también accede y paga por la gestión de medición y control del cumplimiento de lo que voluntariamente asume como compromiso social.

En la practica, se desarrolla todo un negocio alrededor de la RSE, que exige inversión de capital y la utilización de recursos técnicos que están fuera del alcance de las Organizaciones de Consumidores y en general de las organizaciones sociales. ¿Dónde quedaron los códigos voluntarios y controles que en su momento establecieron empresas como Enron, Worldcom y Parmalat, entre otras, protagonistas de grandes escándalos contables y financieros, ampliamente publicitados?.

En este escenario surgen varias inquietudes:

(a) La relación asimétrica entre el poder de las empresas para diseñar, ejecutar y concretar el monitoreo de su propuesta de RSE; y la limitada capacidad política y técnica de los consumidores y en general de las organizaciones sociales, para formular, monitorear y evaluar los indicadores de los códigos de conducta.

(b) El referenciamiento (¿total o parcial?) de los códigos voluntarios de conducta a los mínimos de ley en materia laboral y ambiental, principalmente, sin acometer responsabilidades en el desarrollo social y la superación de la pobreza, si entendemos que las empresas, dentro del contexto de la privatización de lo público, deben asumir obligaciones que antes estaban en cabeza del Estado. ¿Cómo transar la dicotomía entre competitividad económica y justicia social?

(c) El limitado impacto político y social de la filantropía, como estrategia de gestión de la “inversión social empresarial”, la mayoría de las veces estimulada por beneficios tributarios y el voluntariado social.

(d) La no-aplicación de estándares internacionales en materia laboral y ambiental que permitan homologar los deprimidos salarios y las flexibilidades técnicas de los países del tercer mundo.

(e) Los códigos de conducta se concretan dentro del campo del “voluntariado empresarial” o sea que no están sometidos aun régimen regulatorio expresado en instrumentos internacionales, normatividad nacional o compromiso contractual que permita su exigibilidad, además de no estar sometidos a procesos de decisión democrática ¿entonces, cual es la instancia para exigir el cumplimiento de los códigos de conducta? ¿Significa en la practica la negación del Estado de Derecho como consecuencia de la desregulación y flexibilidad propia del modelo neoliberal?

(f) La estrategia de posicionamiento de la RSE implica también la selección de los socios o actores que participan en su formulación, monitoreo y evaluación, conservando la dirección de la empresa la decisión de autorizar o no la implementación de la RSE. Con esto, sé esta concretando, en la practica, un modelo excluyente donde no tienen cabida las organizaciones sociales o políticas que no son parte del negocio corporativo, subrayando la cultura de la responsabilidad limitada de las empresas que, por lo menos desde el discurso, busca ser superada por la de responsabilidad social.

(g) La transnacionalidad de las empresas dentro del modelo de mercado abierto y desregulado, no tiene como contrapartida el establecimiento de controles de calidad globales y la homologación de estándares de producción, colocando en inferioridad de condiciones las regulaciones de los países del tercer mundo, cada vez mas flexibles para facilitar la inversión de los capitales financieros internacionales. Esto dificulta la labor de control de las Organizaciones de Consumidores.


¿CUÁL ES LA APUESTA SOCIAL DE LAS EMPRESAS?

Las empresas siempre han tenido propósitos sociales implícitos en el desarrollo de sus objetivos económicos. De esto no hay duda, si entendemos que su responsabilidad social primaria tiene que ver con generar empleo y producir los bienes y servicios que demanda el desarrollo y bienestar de la sociedad. Esta “obligación” se asume tanto en el modelo del Estado Social de Derecho como en la propuesta liberal clásica, con las particularidades que les son propias.

¿Pero cual es la razón para que las empresas quieran trascender esta “responsabilidad social” que históricamente han asumido? Seguramente caben varias razones, que van desde la necesidad de replantear el negocio corporativo (mirada económica), impactar el modelo de desarrollo en crisis (enfoque sociopolítico), hasta legitimarse con acciones filantrópicas o de caridad religiosa (conducta moralista).

¿Pero cómo conciliar el negocio corporativo con el legítimo derecho de las empresas para asumir una responsabilidad social amplia? La respuesta la encontramos dentro de una reinterpretación de lo que hoy es el modelo de mercado, que insiste en un Estado mínimo donde lo social se vincula a la lógica del mercado. Entonces, desde el discurso neoliberal, debemos y esperamos entender lo siguiente:

(a) Que lo social, por ser de naturaleza de lo público y por consiguiente de la política, también es de competencia de las empresas, lo cual se extrema ante el desmonte del Estado Social de Derecho.

(b) Que la responsabilidad de lo social dentro del contexto de la globalidad, la debemos encontrar en la universalidad de los derechos humanos.

(c) Que la universalidad implica para los privados aceptar la existencia de contratos sociales como complemento de los contratos mercantiles.

(d) Que dentro de la esfera de lo público, donde se ubica la acción social, las empresas también asumen una responsabilidad de formación de capital social.

Acercarnos a estas conclusiones es hablar de una “responsabilidad empresarial en lo social”, superando esa zona de penumbra que hoy envuelve a una responsabilidad que se queda en el ámbito de lo que le exige la ley y la filantropía para instrumentar una estrategia de marketing.


LAS ORGANIZACIONES DE CONSUMIDORES Y LA RSE

La RSE esta llamada a tener un impacto superior al que hoy le quieren asignar las empresas y corporaciones, pero su proyección depende de cómo la interpretemos y asumamos dentro del contexto de la economía de mercado: o es motor del desarrollo vinculada a las políticas sociales, o la estacionamos en los estrechos límites del marketing social empresarial.

¿Pero de quien depende que haga el tránsito a política social de desarrollo? En principio de todos los actores, comenzando por las empresas y corporaciones, pero en general de todas las partes involucradas en las relaciones de mercado y producción social: Estado, trabajadores, consumidores, comunidad, proveedores, sectores académicos, la clase política y la sociedad civil. Se trata de introducir en la RSE consideraciones de democracia, equidad y participación, legitimándola en su origen e implementación.

Esto impone, desde luego, una RESPONSABILIDAD SOCIAL DE LAS ORGANIZACIONES DE CONSUMIDORES FRENTE AL DISCURSO DE LA RSE, propiciando que la inclusión de lo que debe ser esta política de responsabilidad en la agenda de trabajo esté precedida de una construcción discursiva / conceptual desde el enfoque del CONSUMIDOR, para evitar situaciones que comprometan éticamente a las organizaciones o que con su participación terminen legitimando políticas fundamentadas únicamente en valores mercantiles.

Determinar los elementos argumentativos del análisis que deben ambientar las organizaciones de consumidores, responde mas a la lógica de las realidades locales y regionales, pues es en este entorno donde se concreta la intervención empresarial. Sin embargo, hay temas que surgen en el proceso dialéctico de lo global y lo local que es pertinente incluirlos en la reflexión:

(a) Desarrollo
(b) Pobreza
(c) Transnacionales
(d) Cantidad, calidad y precio
(e) Tratados de libre comercio
(f) Agencias multilaterales (OMC, FMI, BM)
(g) Migración y xenofobia
(h) Flujos financieros
(i) Evasión de impuestos
(j) Políticas laborales / estándares de trabajo-mercado
(k) Hábitat
(l) Justicia
(m) Soberanía nacional y democracia
(n) Derechos humanos

El tema de la RSE en la agenda de las organizaciones sociales es nuevo, pero en la agenda internacional ya tiene un buen kilometraje, desde que en 1955 (conferencia de Baudung) el grupo de los países no alineados comenzara a preguntarse por un control público de las transnacionales . De allí en adelante, Naciones Unidas, La Unión Europea, la OIT, agencias de cooperación internacional, ONG, entre otras, concretan propuestas dentro de su órbita de influencia. El denominador común: códigos voluntarios; los elementos ausentes: la participación social y la obligatoriedad de los compromisos.

La RSE no ha sido hasta hora un tema de la esfera pública. A las organizaciones de consumidores, y en general a las organizaciones sociales, les corresponde una dura tarea para encausarla dentro de las aspiraciones de promoción de los derechos del consumidor (dentro del contexto de los derechos humanos), imponiéndose la necesidad de un movimiento social que, partiendo de posiciones nacionales consensuadas, desestimen negociaciones individuales, convirtiéndose en interlocutores cualificados de las empresas y del Estado, este último el gran ausente en un tema que como la RSE es de interés para la gobernabilidad nacional.

La RSE es un tema político, o sea de ejercicio de lo público, y sólo la acción decidida de las organizaciones permitirá el empoderamiento de los consumidores y la construcción de alianzas con otros sectores sociales y políticos. Es el momento de movilizarnos para que la RSE sea una política social para el desarrollo humano sostenible.

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Yulfdm / CI / Santiago de Chile-verano de 2004.

Por YUL FRANCISCO DORADO MAZORRA
Febrero/2004