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El papel de la prensa en las democracias latinoaméricanas

Prensa Política

Antecedentes.
Latinoamérica llega al nuevo milenio con gobiernos democráticos y casi todas las naciones de la región gozan de un presidente electo. Dada la historia de golpes de estado, dictaduras, violencia e inestabilidad, el surgimiento general de la democracia representa una tendencia radical en la política latinoamericana.

Aunque la democracia ha sido el ideal de casi todas las repúblicas latinoamericanas desde su nacimiento a principios del siglo XIX, es un fin que ha tardado mucho en hacerse realidad. Es difícil generalizar sobre todos los países, pero se pueden aislar varios factores que han contribuido a su historia turbulenta. En primer lugar, trescientos años de dominio imperial español impidieron el desarrollo de tradiciones e instituciones democráticas, dejando en cambio una fuerte tradición de control autoritario y patriarcal. La tradición autoritaria se ha manifestado en la figura del caudillo político o líder de un ejército que mantenía la paz social por medio de la fuerza.





Otro factor que ha impedido el desarrollo de una tradición estable ha sido la enorme división entre pobres y ricos, complicada por el problema racial en muchos países, y la acumulación de riqueza y poder político en manos de pequeñas élites. En tercer lugar, la inseguridad económica ha contribuido a la inestabilidad política, ya que es difícil para un gobierno electo mantener el orden en momentos de crisis financiera.

Estas generalizaciones, sin embargo, sólo son más o menos válidas según el país del que se hable. En el siglo XIX por ejemplo, surgieron fuertes democracias en algunos países como Costa Rica, Chile y Uruguay.  Y en otros de Centroamérica como Paraguay y  Bolivia,  desde el momento de su fundación como repúblicas independientes, se establecieron diversos tipos de dictadura como norma.

En la mayoría de los países latinoamericanos, sin embargo, generalmente ha existido una alternancia entre gobiernos electos y gobiernos autocráticos bajo un caudillo o dictador.

Un elemento común ha caracterizado a casi todos estos gobiernos: la necesidad del apoyo de las fuerzas militares. El ejército siempre ha tenido gran importancia en los países de la región y su función ha sido no tanto defender al país de enemigos externos como mantener el orden interno.

Tradicionalmente, el ejército sólo intervenía directamente en la política nacional durante breves periodos para restablecer el orden, pero a partir de 1960, el ejército de varios países sudamericanos empezó a tomar el poder y a establecer juntas militares para gobernar de forma relativamente permanente. Esto ocurrió en Brasil, Argentina, Perú, Ecuador, Uruguay y Chile.

De estas dictaduras, fueron especialmente sorprendentes las de Uruguay y Chile, países que se reconocían como tradicionalmente democráticos.

En Uruguay, los militares tomaron el poder en 1973, especialmente para combatir a los Tupamaros, un grupo guerrillero revolucionario que buscaba cambios sociales. También en 1973, el ejército de Chile, bajo el mando del general Augusto Pinochet, asesinó al presidente legalmente electo, Salvador Allende, durante un periodo de disturbios sociales, económicos y políticos.

La dictadura de Pinochet, que duró 16 años, se conoció por su abuso de los derechos humanos, la tortura y la desaparición de más de dos mil personas.

Mucho más notorio fue el régimen militar que se estableció en Argentina en 1976. Una Junta Militar se apoderó del gobierno durante una crisis política y económica, agravada por ataques de la guerrilla. Durante la campaña de represión y terror del gobierno contra los disidentes, desaparecieron entre diez mil y veinte mil personas, muchas de ellas jóvenes estudiantes.  Finalmente, en 1983, las protestas de las familias de los desaparecidos—especialmente las de las Madres y Abuelas de la Plaza de Mayo—, la pérdida de la guerra de las Malvinas contra Gran Bretaña y una economía en estado de caos llevaron a la caída de la Junta Militar.

Los años 80 vieron el retorno de gobiernos constitucionales. Hubo elecciones en casi todos los países que habían vivido bajo la dictadura y, en gran parte, los militares se alejaron del campo político. Casi la última dictadura en caer fue la de Chile, donde en 1988, se realizó un histórico plebiscito, por medio del cual los ciudadanos rechazaron el gobierno de Pinochet. En varios países, hubo un intento de castigar a los militares por sus abusos contra los derechos humanos y, en Argentina, algunos fueron juzgados y encarcelados.

El regreso a la democracia se debe a diversos factores. En primer lugar, debemos considerar la violación de los derechos humanos que provocó la ira de la población contra las dictaduras. En segundo lugar, los militares fueron generalmente incapaces de manejar la economía. Y, por último, la caída de la Unión Soviética y el fin de la Guerra Fría hicieron que los Estados Unidos, que habían temido los movimientos revolucionarios izquierdistas, no vieran la necesidad de apoyar a gobiernos represivos de la extrema derecha.

Aunque los países recibieron a la democracia con aclamación casi total, los gobiernos se siguen enfrentando a graves problemas que amenazan la estabilidad. A partir de los años 80, se vio un aumento en la desigualdad que siempre ha existido entre pobres y ricos y que es causa de inestabilidad; y Ia adopción de medidas económicas para establecer un mercado competitivo ha empeorado en las dos últimas décadas la situación de los pobres en general. Entonces, si se presentan disturbios sociales que el gobierno civil no pueda controlar, es posible que los ejércitos, que todavía tienen poder, estén dispuestos a imponer el orden.

Otro gran desafío al que se enfrenta Latinoamérica es la eliminación de la corrupción. En toda la región existe una larga historia de favoritismo y soborno causada por la jerarquización social, en que los caudillos y la élite controlaban los recursos y el poder, y quien tenía un cargo político lo usaba para enriquecerse y ayudar a sus familiares. Para tener éxito, tradicionalmente ha sido más importante tener buenos contactos que estar bien capacitado y preparado. De esta manera, no se desarrolló el sentido de responsabilidad cívica necesaria en toda democracia.

Nada de esto hubiera sido posible sin el concurso de varios aspectos. En años recientes, el papel que han jugado nuevos actores sociales entre ellos los medios de comunicación y movimientos sociales, ha exigido una conducta más responsable de parte de sus representantes electos. Por ejemplo, la eficacia de estos movimientos se vio en los años 90 en Venezuela, donde el presidente Carlos Andrés Pérez fue suspendido por malversación de fondos oficiales, y en Guatemala, cuando   la activista indígena Rigoberta Menchú y la élite financiera se unieron para forzar la renuncia del presidente Jorge Elías Serrano, por corrupción.

En este contexto, la llegada del siglo XXI representa un momento de optimismo e incertidumbre para Latinoamérica. Por primera vez en su historia, casi todas las naciones gozan de un presidente legítimamente electo, aunque hay que reconocer que algunos de ellos disfrutan de un poder tal vez excesivo y que la corrupción podría llevar de nuevo a la intervención militar. Sin embargo, si se logra la estabilidad económica y un mejor nivel de vida, quizá la democracia sobreviva y deje de ser la excepción para llegar a ser la norma, a través de Latinoamérica.

En todo este contexto, las preguntas pertinentes serían: ¿cuál es el papel que ha jugado la prensa en todo este proceso de democratización que ha experimentado América Latina en los últimos años? O bien, ¿cómo se manifiesta la presencia de la prensa en los procesos de democratización?

Resulta difícil por tanto, entender en su totalidad todos estos aspectos claves de la política e historia latinoamericana sin resaltar el papel que ha jugado la prensa1 en estos procesos y su vinculación con distintas fuerzas políticas.

La creciente importancia de los medios introduce también nuevas reglas que modifican la actividad política, y para ello, a lo largo de este trabajo, tendremos como guía las   siguientes preguntas: ¿cómo entender la sucesión de escándalos políticos en la región durante la última década sin analizar el papel de los medios de comunicación, concretamente de la prensa escrita? ¿Cómo explicar el surgimiento y consolidación de figuras políticas y movimientos sociales sin considerar la centralidad de los medios como mediadores políticos? ¿Cómo comprender el declinar de viejas formas y el significado de nuevos perfiles de participación política sin pensar la influencia de la estructura y funcionamiento de los periódicos, por ejemplo?

Podríamos encontrar las respuestas al observar el papel que obtuvieron los medios —en el caso que nos ocupa nos referiremos única y exclusivamente a los medios escritos (prensa)— con su capacidad para mediatizar conflictos, generar debates políticos y encabezar la agenda pública.2

Esto llevó a que la prensa  en América Latina se planteara varios retos que nos llevarán a buscar las respuestas a las preguntas guías de este trabajo: ¿debe la prensa cumplir funciones políticas imprescindibles en un orden democrático?, ¿cómo compatibilizar esta necesidad con el hecho que la prensa es una institución guiada por principios comerciales?

Si la libertad de prensa es una condición sine qua non para la existencia de una prensa que efectivamente contribuya a la democracia, entonces, ¿cómo es su relación con el poder en contextos políticos con débiles fundaciones constitucionales y largas trayectorias y legados autoritarios, como ocurrió y ocurre todavía en algunos países de América Latina? Eso es lo que trataremos de contestar a lo largo del presente trabajo.

Y es que la relación entre la prensa y el poder siempre ha sido turbulenta. La prensa disfruta de esa metáfora del cuarto poder, y el poderío político trata por todos los medios de utilizarse para engañar o mentir. Esta es la apreciación más conocida y hasta simplista de esta relación, pero no lo explica todo, y menos aún la agota.

La relación entre el poder político, visto desde la primera de las perspectivas, parece indicarnos (como aquel estratega chino Sun Tzu muy citado por algunos, quien decía que la "guerra se fundamenta en el engaño"), que muchos políticos entienden que la mentira o la manipulación de la prensa constituyen factores fundamentales a la hora de gobernar exitosamente. Estos no tienen en cuenta que, sin embargo, ambos se necesitan para crear una democracia.

Thomas Emerson lo decía muy bien cuando afirmaba que la "libertad de expresión es un método que asegura una comunidad estable donde la búsqueda del consenso se transforma en el elemento fundamental de la democracia”. Emerson explicaba aún mejor esto diciendo que “suprimir la libertad de expresión implica la imposibilidad de tomar decisiones racionales sustituyéndola por la violencia, y esto porque la supresión promueve la inflexibilidad impidiendo a la sociedad ajustarse a los cambios o al desarrollo de nuevas ideas y, lo que es peor, impide que la sociedad conozca sobre los hechos más trascendentes que hacen a su vida cotidiana".

En cambio, una libertad de expresión responsable hace que la sociedad esté incluso más dispuesta a participar en decisiones que van en contra de sus intereses, porque simplemente han tomado parte de ella. Incluso es bueno para el poder político porque retiene los resortes de la administración, promueve la unidad e impide el uso de la fuerza. Por tanto, la libertad de expresión y de prensa provee el marco dentro del cual los conflictos ocurren sin destruir a la sociedad. Es un mecanismo esencial para mantener el adecuado balance entre la estabilidad y el cambio.

Nada resulta tan actual como ese concepto en nuestra democracia: Cómo usar la libertad para promover los cambios sin caer en la incertidumbre o el resentimiento, o sin destruirnos en el intento de crear un país libre y democrático. Y es ahí donde la prensa tiene una gran responsabilidad y el poder político debe comprender que ésta no es una enemiga sino una aliada.

El presente ensayo, pues, pretende describir esa parte del proceso de construcción de las democracias en América Latina, que tiene que ver con los medios de comunicación y el papel que jugaron durante todo este camino. Por supuesto que no es exhaustivo y sólo se pretende un acercamiento tocando algunos elementos representativos. No se pretende de ninguna manera describir todo el fenómeno, sino sólo una cara que considero, es poco conocida: los medios como actores relevantes en el proceso de transformación. El trabajo se dividirá en tres apartados, en el primero trataré de justificar la importancia del periodismo desde el punto de vista científico, para poder entender los procesos de democratización de América Latina. En la segunda, titulada Prensa y Democracia en América Latina, se describen algunos hechos  donde se presentan casos concretos en que los medios al hacer públicos los excesos del poder, contribuyeron de alguna manera, a acelerar los procesos de democratización. Por último, se presentan conclusiones tentativas del fenómeno descrito.

 

1. Acercamiento al objeto de estudio

Antes de analizar el papel de la prensa en los procesos democráticos que se han dado en América Latina, habría que precisar el lugar que ocupa el periodismo dentro de su ámbito científico que permita comprender los fenómenos políticos y sociales de la región.

El papel fiscalizador de la prensa en una democracia requiere de periodismo investigativo. La tarea de "vigilante" que el sistema democrático le asigna a la prensa se ve potenciada cuando hablamos de periodismo de investigación.

Considero que ninguna otra forma de periodismo cumple esta misión de manera más idónea. Al respecto, el director del diario ABC, Luis María Ansón, lo explica claramente:

 

"El periodismo de investigación asume la parte más delicada y difícil en

esa misión de defensa de la transparencia democrática, al sacar a la luz

los casos, a menudo ocultos e invisibles por su propia naturaleza".

 

Por tanto, el periodismo de investigación agrega información. Si los medios de comunicación de masas construyen la realidad social e inciden en lo que la opinión pública conoce, el periodismo de investigación colabora en esa tarea aportando nuevos temas para la agenda mediática y ampliando el espectro de los acontecimientos noticiosos.

Por ejemplo, una investigación periodística, por su naturaleza de ir a buscar aquello que se resiste a ser revelado, descubre o crea el acontecimiento.

La publicación de una historia de investigación es un acontecimiento en sí misma y normalmente introduce, agrega o revive un tema en la agenda mediática. De esta manera, no hace más que enriquecer el debate público, agregándole temas y argumentos.

El periodismo de investigación cumple la función de ayudar a los ciudadanos a participar en las decisiones que afectan a sus vidas, desenredarles y llevarles de manera lo más clara posible una síntesis de la realidad que los rodea.

Si bien la democracia necesita al periodismo de investigación, éste, a su vez, necesita a la democracia. El periodismo de investigación colabora con la democratización de una sociedad, pero, al mismo tiempo, requiere que esa sociedad esté suficientemente democratizada como para permitir la existencia de periodismo de investigación.

Cuánto más democratizada esté la sociedad, más posibilidades existirán de desarrollar correctamente esta misión periodística, y cuánto más periodismo de investigación realicen los medios masivos, más incentivarán la democratización de la sociedad lo que, a la vez, puede permitir desarrollar un mejor, más eficiente y   libre periodismo de investigación.

Pero en una democracia, los grados de libertad de prensa varían, al igual que los grados de transparencia oficial. Y, junto a ellos, también varía la profundidad y la facilidad o dificultad para realizar periodismo de investigación.

 Los medios de comunicación ocupan pues, un lugar preponderante en nuestras vidas, no sólo por sus funciones básicas o tradicionales (informar, formar, distraer), sino también por su influencia en nuestras actitudes. Las corrientes de pensamiento ligadas al enfoque cualitativo han tratado de interpretar la conducta humana a partir del modo en que la gente define su mundo.

Durante más de medio siglo, Lippmann (1922) también destacó el papel que desempeñan los medios masivos al definir nuestro mundo, no solamente el ámbito de la política, sino prácticamente todo nuestro espacio más allá de los temas que conciernen al entorno inmediato  social y familiar. Dependemos de los medios para estar informados acerca de situaciones, personalidades y asuntos hacia los que experimentamos sentimientos de apoyo o rechazo. Lippmann argumentaba con precisión que son los medios informativos los que establecen muchos de esos dibujos en nuestra mente.

De esta manera, a la pregunta: ¿qué sucede en América Latina? El periodismo responde con noticias o informaciones; pero no de modo inorgánico, sino con noticias o informaciones sometidas a un sistema de clasificación.

Así pues, la dimensión científica del periodismo, se sitúa no sólo en el marco de las Ciencias Sociales, sino también en el marco de la Teoría del Conocimiento, en cuanto conceptuación de un saber específico, el ya definido como saber periodístico. (Beneyto: 1974)

De esta manera se guarda distancia de la concepción artística del periodismo, en cuanto suma de intrepidez, ingenio, gracia, talento, oportunidad o vocación. Y, al mismo tiempo, empezamos a aproximarnos a la consideración de la esencia del periodismo, que, en definitiva, es el objetivo de su consideración científica.

Por Servando Pineda Jaimes
Alumno del Doctorado en Ciencias Sociales Tercer semestre.
Universidad Autónoma Metropolitana
Universidad Autónoma de Ciudad Juárez. Cd. Juárez, Chihuahua México.