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Noticia Ampliada

  • 31/12/1969
  • Mi primer empleo en blanco

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Dicen que el ingreso de los jóvenes al mercado laboral es importante, no solo porque les posibilita ingresar al mundo adulto, sino porque también sus primeras experiencias marcarán las expectativas que puedan desarrollar a futuro. Y de eso sabe mucho Soledad Rocha, no porque lo haya estudiado, sino por su vivencia.

Sin haber terminado el secundario, la joven que hoy tiene 20 años, se lanzó a encontrar su primer empleo. Fue así que pasó por una verdulería y luego por un comercio polirubro en los que vendía y se ocupaba de reponer los productos. Ninguna de esas oportunidades le había ofrecido un trabajo registrado, por lo que no sabía qué es tener obra social, vacaciones pagas o aguinaldo.

Al tiempo el empleo en el local se terminó y fue entonces cuando Soledad decidió entrar en Internet y navegar por la Web Computrabajo.com. Ahí se enteró de que existía el Programa Jóvenes con Futuro, impulsado por el Ministerio de Trabajo, uno de cuyos requisitos era – justamente- tener el colegio secundario sin terminar.

Se anotó y pronto llegó la primera entrevista, que la orientó para ingresar a la empresa Next, un centro de contacto. Si bien le habían avisado que se trataba de una pasantía rentada y por unos meses, esa oportunidad abrió en Soledad una puerta que no volvió a cerrarse. “Me dijeron que si todo iba bien podrían contratarme de forma permanente.
Me dieron varios meses de capacitación en muchos temas, por ejemplo en manejo de la PC, del headset (equipo de auriculares y micrófono que cada operador utiliza en su puesto de trabajo) e información sobre los productos de cada empresa. Además me enseñaron a armar mi CV, como relacionarme con el cliente y me dieron pautas generales para el trabajo en una empresa formal”, recuerda la joven. Su desempeño estuvo a la altura de las expectativas, por eso fue efectivizada hace un año y cuatro meses.

“Ahora realizo ventas de productos financieros para American Express (tarjetas de crédito Gold y Platinum) y trabajo 6 horas por día, de martes a sábado. Esto es ideal para mí, porque así puedo cuidar a mi hija Lara, que tiene solo 3 años”, cuenta. Soledad vive en pareja, pero el papá de la nena trabaja de 9 a 21, y por eso ella también tuvo que aprender el valor de generar una red de contención para poder asistir al call center. “Por ahora Lara se queda con mi tía, cuando cumpla los 4 años irá al jardín”, sostiene.

El valor de la rutina

Quienes no trabajan añoran tener una rutina que los ordene en el cotidiano, y sabiéndolo, Soledad disfruta mucho de cada momento. Por eso ahora que hace calor, va en bicicleta desde su casa en San Martín, provincia de Buenos Aires, hasta la estación de tren, y espera la formación para llegar al centro. Cuando llegue el frío volverá a combinar tren y subte, para llegar en horario a su empleo.

“Este trabajo es muy distinto de todo lo que había hecho anteriormente. Lo que más me gusta es el clima de trabajo. Además, estar en el call center me sirve para poder estudiar. Me faltan dos años para terminar el secundario nocturno, y estoy averiguando si se pueden hacer en uno solo”, se esperanza.

Hoy Soledad tiene una realidad que no se imaginaba cuando apenas ingresó de manera irregular al mercado laboral. Tuvo una oportunidad, y la aprovechó. Sin duda, las herramientas que sumó en este trabajo le servirán para plantearse un futuro diferente.

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