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Noticia Ampliada

  • 18/07/2025
  • Una mirada diferente sobre los trastornos alimentarios: el rol de los padres

Por Dra. Mabel Bello, Presidenta de ALUBA (Asociación de Lucha contra la Bulimia y la Anorexia, www.aluba.org.ar).

Los trastornos de alimentación han existido siempre y hay
descripciones de ellos en muchos relatos de la Historia. El origen del
síndrome en estos trastornos del comportamiento alimentario está
relacionado con la biografía personal, el contexto familiar, los
acontecimientos vitales y las presiones socioculturales.

La bulimia y la anorexia son trastornos cuya base se encuentra en
alteraciones psicológicas que puede llegar a tener graves
repercusiones biológicas y fisiológicas. Desde la ausencia de
menstruación, caída del pelo, sequedad en la piel, alteraciones
gastrointestinales o complicaciones endocrinológicas, hasta serios
problemas cardiovasculares y renales.

Hay factores predisponentes que hacen que algunas personas sean más
vulnerables a desarrollar un trastorno debido a sus características
individuales y a las situaciones familiares y sociales que viven.
Alguna de las características individuales que pueden predisponer a
sufrir un trastorno de alimentación son:
- Tener hábitos alimentarios inadecuados, intentos de dietas rígidas,
irreales e imposibles de cumplir y antecedentes familiares de obesidad.
- Preocupación excesiva por la imagen corporal: el deseo exagerado por
conseguir un cuerpo perfecto y así compensar otros aspectos de la
personalidad con los que la persona se encuentra insatisfecha.
- Desvalorización interna por falta de autoestima.
- No ser capaces de enfrentar problemas, planificar soluciones y
llevarlas a cabo.
- Creencias irracionales sobre la apariencia física y la aceptación
social.
- Vivir muy pendientes de los demás. Buscar satisfacerles.
- Miedo a madurar, a crecer y a manejar la independencia que esto
implica.

También existen ciertas características familiares en las personas
que presentan estos trastornos:

- Familias que conceden una importancia extrema al cuidado de la
imagen externa.
- Madres y padres que tienen expectativas demasiado altas para sus
hijas e hijos.
- Miembros familiares con problemas de alcoholismo o depresión.
- Malos tratos, abuso sexual o abandono.
- Antecedentes de anorexia o bulimia en hermanas o hermanos.

Los factores precipitantes hacen referencia a aquellas circunstancias
estresantes que hacen que se desencadene la enfermedad.

Uno de los conceptos fundamentales que hay que tener claros para
entender este tipo de trastornos, es que se trata de una enfermedad y
no de una simple manía o capricho de quienes la padecen.

El gran error que se comete es creer que las personas caen en esta
enfermedad por gusto y quienes están a su alrededor no logran entender
cómo pudo pasar. El punto entonces es entender que el tema pasa por el
cómo las mujeres o adolescentes, van manejando las distintas
experiencias de la vida.

Para prevenir o tratar a tiempo esta enfermedad, es importante que la
sociedad tenga claro los aspectos y conductas que delatan a las
personas que la padecen, así como también tomar conciencia de que con
prohibiciones o retos no se cura, y que requiere de un tratamiento
integral que consta de nutricionista, psicólogo o psiquiatra y equipo
médico, para que pueda existir un buen diagnóstico.

Dado que estos trastornos se presentan principalmente durante la
adolescencia y primera juventud, el papel de la familia es fundamental.

La familia no es culpable del trastorno, pero debe implicarse en la
detección del problema, en el tratamiento y, por supuesto, es el
fundamental agente preventivo.
No sólo se trata de estar pendiente de los comportamientos de la hija
o hijo con la comida, sino saber qué aspectos en su vida pueden estar
resultando difíciles. Es importante no apresurarse a quitar
importancia a sus comentarios y entender que sus preocupaciones son
muy importantes para ellos.
Es fundamental revisar si en la familia hay dificultades en la
comunicación o a la hora de resolver los conflictos: si se exageran,
se niegan o se intentan resolver siempre a través de la agresividad o
de culpas mutuas.
Es conveniente facilitar la expresión de los sentimientos, incluidos
los negativos. Si no se hace, se favorece a que se expresen de manera
indirecta, por ejemplo, a través de la comida. Para algunas personas
comer de forma compulsiva o no comer llega a convertirse en la única
forma de expresar emociones totalmente normales como el enfado o la ira.
También las madres y los padres deben preguntarse si no tienen una
actitud muy crítica que pueda estar afectando la autoestima de los
hijos, o si se establecen límites y normas adecuados a la edad de sus
hijas e hijos, o si estos son escasos o bien excesivos, impidiendo su
autonomía y maduración.

Los trastornos alimenticios se pueden tratar exitosamente y se puede
restablecer un peso saludable. Mientras más pronto se diagnostique y
se trate la enfermedad, es más probable que haya mejores resultados.
Debido a su complejidad, los trastornos alimenticios requieren un plan
extenso de tratamiento que involucra monitoreo y cuidado médico,
intervenciones psicosociales, asesoría en nutrición, y cuando es
adecuado, control con medicamentos.

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